Ojalá pronto llegue el día en que una ráfaga me desoriente y me aleje del minúsculo espacio en dónde estoy. Ojalá esa ráfaga sea de un color vibrante, avasallante, que al principio me llene de dolor, pero que a fin de cuentas traiga a mi la calma que tanto aspiro hoy. Ojalá entonces cerrar los ojos sea cosa del pasado, porque ya no habrá temor. Ojalá entonces entienda que lo único que necesito es mi propio amor . .
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